sábado, 2 de noviembre de 2013

MULTICOPISMO O PASTICHE SOCIAL.


Sobre el fenómeno pastiche se ha escrito bastante. Aunque dicha técnica sea perfecta no deja de ser una creación ausente de mérito propio al tratarse de un cliché ajeno. A modo de ejemplos se podrían citar las técnicas pictóricas de Andy Warhol que años más tarde, y debido a su gran éxito, autores de todas las categorías diseñaron calcos del resultado Monroe: Lienzos con imagen unicolor reiterada en diversas casillas monocromáticas dando un resultado similar.

Mucha gente toma cómo suyo el slogan de moda de los anuncios de televisión y siempre sueltan la reiteradísima frase donde les pille. Por no hablar de programas donde se busca el doble de alguien y muchos candidatos intentan concursar imitando en todo lo posible al archiconocido.

La fiesta de Halloween también puede servir de ejemplo. En España dicha costumbre nunca se celebró debido a que el folklore no tiene nada que ver con la costumbre irlandesa exportada a Estados Unidos, pero terminó por anclarse a nuestra cultura. No sería objetivo indicar que al final todo se multiculturiza, ya que por ejemplo la fiesta oriental del dragón, aquí sigue sin festejarse. Eso sí, el poder de la meca del cine e incluso de la televisión arrastran calcos de costumbres americanas.

Cuando nacieron los primeros pubs en España se sucedieron una hilera apabullante de bares que pasaban a llamarse pubs, para que fueran calcos de los locales ingleses. Pero bares a fin de cuentas. Porque ese efecto imitación o pastiche no sólo se da en la cuna del arte, si no que en otros apartados de la cotidianidad también se intenta imitar y replicar cuanto más mejor. La moda de los sesenta respecto a aquellos pantalones con pata de campana, a principios del año dos mil, hubo una corriente muy pasajera, duró escasos meses, de chicas que desenterraban el revival de aquella antigua moda arrastrando sus patas de campana por el asfalto, al andar, y dejándose los bajos llenos de suciedad. La sociedad, en general, a veces vive empeñada en imitar en vez de evolucionar.

Los mensajes de texto de los teléfonos móviles también vivieron su boom, cómo siempre imitando a los foráneos que acotaban frases e imperfeccionaban palabras, para que cupiese más texto en la pantalla y resumiendo se ahorrara en mensajería. Hasta ahí todo iba bien, excepto cuando en los chats o correos electrónicos se hacía la misma simplificación de palabras, sin sentido alguno, ya que ahí no había un coste para tener que abreviar frases.

Si mañana, y a modo de moraleja o ejemplo, alguien sacase su nevera a la calle, bajo el porche de su casa, posiblemente a los pocos días todo el vecindario pondría su frigorífico a la intemperie porque lo vio hacer a alguien y se inspiró ello. Así sucedió también con los frigoríficos que han estado de toda la vida impolutos para conservar su blanco brillante, y desde que algunas películas y series americanas ofrecían escenas en las que éstos asomaban llenos de pins o imanes con motivos, semejante costumbre se ha popularizado hasta el punto de que en la vida real es frecuente ver frigoríficos repletos de fotos, chapas de todo tipo, adornos, y demás adornos innecesarios.

Protagonismo tal vez. Posiblemente. El ser humano en ocasiones necesita hacer o decir lo que otros para sentirse bien consigo mismo. No es una cuestión de inteligencia ni de status. Ocurre en todas las culturas y niveles.