sábado, 26 de julio de 2014

NO ESTÉS SÓLO ESTE VERANO



Salva suponía que se aburriría en aquel pueblo donde fue de vacaciones y no conocía a nadie. Cierta mañana en una cafetería donde el camarero, de su edad, le dedicó una sonrisa al ver que era forastero le recomendó una zona muy agradable donde tomar el sol. Más tarde llegó un muchacho con rastas pidiendo un granizado bien frío. Les explicó que llevaba toda la mañana dándole al pedal y estaba muerto de sed. El camarero continuó indicándole al veraneante la ruta para dar con aquella bonita playa.

-Yo voy allí esta tarde. Si no sabes ir quedamos a una hora.-Le guiñó un ojo el ciclista.

Salva a punto estuvo de desistir para evitar molestias pero sus padres junto con los abuelos y hermanos pequeños podrían pasar la tarde sin él y evitaría soportar otro día aburrido.

-Si no es molestia…Es que no conozco el pueblo y me gustaría ver sitios buenos.-Titubeó mientras el deportista, bañado en sudor pagó la cuenta, saludó con la mano y yendo hacia la bici aparcada en la puerta exclamó:

-A las tres y media te espero en la puerta del cine de verano. No te retrases que en cuanto coma me piro.

Salva se personó en el lugar indicado con una camiseta blanca de tirantes, un pantalón corto vaquero descolorido y un macuto azul colgado del hombro. Pensó que le habían dado esquinazo porque el muchacho no estaba. El claxon de un coche blanco aparcado junto a él sonó bruscamente y al alarmarse por la bocina miró el vehículo observando al ciclista que le hacía señas para que entrase al coche.

-Pensaba que me habías dado plantón. Por cierto me llamo Salva ¿Y tú?- Preguntó el forastero ya sentado en el asiento de copiloto, estrechándose ambos la mano.

-Eres algo raro ¿Sabes? Venga ponte el cinturón que vamos a despegar. Yo me llamo Blas.-Ironizó el muchacho de pantalón corto y camiseta color blanco y sandalias negras.

-Cómo no te vi pensé que se trataba de una broma o que…-Dijo Salva poniéndose el cinturón mientras el otro conducía y ponía música a todo volumen.

-Pensaste. Pero ¿Te pagan por pensar? –Sonreía el conductor y la broma les arrancó una sonrisa.

-Una vez lleguemos a esa playa si has quedado con alguien, tú por mí tranquilo, sin problemas. Yo me apaño y la vuelta la puedo hacer a pie o en autostop. Estoy acostumbrado a estar solo.

-No he quedado con nadie. Si no, no te habría dicho que vengas. Y estoy tranquilo aunque veo  que tú no. No te he pedido que me cuentes nada sobre ti. Yo no te caliento la cabeza y tú a mí tampoco. ¿Capisci?

Tras aparcar el coche en la explanada anduvieron bordeando la playa de arena y dunas suaves cómo el talco. Salva se sentía muy agradecido. No había visto un paraíso tan precioso cómo la playa natural que recorrían. Sacó del macuto una cámara e hizo fotografías de aquella playa poco habitada que no tenía nada que ver con la que iba su familia a bañarse.

-¿A qué te dedicas? Yo trabajo en una ferretería y vivo con mis padres.

-Tengo un gimnasio y vivo solo.-Contestó Blas señalando una zona donde extendieron las esterillas.-Ya hemos llegado. ¿A que este lugar es bonito?

-He visto muchas playas pero esta es preciosa. ¿Sabes qué pasa? Que no conozco a nadie. Estoy con los abuelos, los padres, mis hermanos chicos y me da que será un verano algo aburrido.

-Yo voy a dormir la siesta, que madrugué para salir con la bici. Échate algún protector que no te quemes. Yo tengo la piel curtida. Me gusta venir por la tarde, darme una siesta, un baño y pa casa. Si me hablas y no respondo no te ofendas. Es que me pongo tapones.-Dijo Blas poniéndose unos tapones óticos, tumbado sobre la arena junto al forastero y quedándose profundamente dormido.  

Salva sacó una novela del macuto y estuvo leyendo hasta que el sol le molestó y se dio un baño en aquella agua transparente y agradable.

Después de aquella visita a la playa quedó con Blas para ir a su casa y jugar ajedrez. Por las mañanas desayunaba en la cafetería donde le conoció a él y a más gente. Por las tardes se daba un chapuzón con el ciclista y tras la cena con sus padres pasaba la velada en casa de Blas, jugando ajedrez mientras tomaban refrescos.

Hoy Salva está desganado. Triste cómo el día que llegó. Ha ido a desayunar al café. El ciclista no salió a correr. Quiso jugar al dominó con él y los demás muchachos. Hoy le han invitado por ser su último día en la costa. Se han dado los números de teléfonos y sus emails para seguir en contacto.

Durante el viaje a casa ha ido callado. De Blas ha aprendido a ser prudente, sentirse seguro y no hablar por hablar. Salva no se codeaba con nadie y ahora sabe que a poco que se hable con los demás se puede conocer gente.

Han pasado dos días desde su llegada. Hoy ha recibido un mensaje de Blas en el móvil. Le cuenta que ha cogido un mes de vacaciones y piensa pasarlas en la ciudad donde él vive. Ha sido toda una sorpresa. Le enseñará lugares. Lo recibirá con los brazos abiertos igual que el otro le mostró la playa y le esperaba cada noche para jugar ajedrez.


Esta historia ocurre todos los veranos. El verano es idóneo para hacer amigos, sacar conversación, conocer gente agradable. Viva el verano.